sábado, 3 de noviembre de 2012

Final imprevisto


Seleccionado para la Antología “El día de los cinco Reyes y otros cuentos” del Primer Concurso de Relatos miNatura Ediciones



¿Se puede desear la muerte? ¿Y alegrarse de ella? ¿De estar padeciéndola torturadamente?
            Yo siempre hubiera pensado que no, que esa posibilidad sólo cabía en gente depresiva, harta de la vida y ansiosa por acabarla aún de la peor forma. O quizás en masoquistas extremos, quienes buscarían un placer desesperado en el dolor más intenso y duradero, y en el final más excelso según sus torcidas apetencias.
            Sin embargo aquí me veo, moribundo y contento, a pesar de haberme considerado una persona feliz hasta ahora y de ser muy normalito en eso del sexo.
            La respuesta la tengo delante, en los ojos fieros de mi asesino, en su ávida sonrisa sanguinolenta. Siento su odio y a la vez su atracción hacia mí, incluso hallándome yo boca abajo, colgado como una res sacrificada, pues eso mismo es lo que me va a ocurrir.
            El asunto es que yo tenía que matarle a él. El caníbal había devorado a mi hermana y yo debía detenerle como policía que soy. Pero, sinceramente, esperaba cargármelo en el transcurso y así obtener mi venganza... hasta las últimas consecuencias. Sabía de su peligrosidad y me había guardado un as en la manga, una artimaña ulterior y decisiva. Por si me atrapaba me agencié un diente falso y hueco, relleno de un veneno especial, letal tanto para mí como para quien osase comer mi carne. Ésa era la idea, en caso extremo mordería fuerte hasta liberar la trampa. Y ya lo había hecho, justo antes de que aquel depravado me hubiera rajado el cuello, dejando que mi cuerpo se desangrase dentro de una cubeta.
            "Ahí lo llevas, maldito. Bon appétit!".