sábado, 9 de julio de 2022

EL ÚLTIMO DE SU ESPECIE

Para el concurso de relatos de #HistoriasdeAnimales de ZENDALIBROS.COM


Lo noto. No lo veo, pero lo percibo.

Está ahí, acechándome, desde hace un par de interminables horas. Ocultándose entre los árboles, camuflándose con los arbustos, dejándose simplemente entrever de manera ocasional para intimidarme aún más. Atosigándome, fatigándome, pues es lo que mejor sabe hacer, él y los suyos, un magnífico ejemplar de lobo ibérico.

Vine a estas montañas y a estos bosques al norte del río Duero a encontrarlos, a los últimos que quedaban, los últimos de su especie, mermados por el progreso de la civilización, por la destrucción sistemática de su hábitat, por la caza indiscriminada de sus presas habituales, por las enfermedades debidas a la endogamia forzada...

Soy naturista, he dedicado mi trabajo y mi vida a ellos, lo son todo para mí, el sentido de mi existencia. Qué paradójico resulta que ahora esté siendo acosado por uno de ellos, quizá el único; yo, que siempre he deseado su bienestar y supervivencia, qué curioso es que pretenda el destino en forma de lobo convertirme en su presa, que quiera atacarme, matarme o, tal vez, devorarme vivo entre el más terrible martirio concebible.

En esta tremenda tesitura me hallo ahora cuando, de improviso, veo al temible depredador, justo enfrente de mí, mirándome a los ojos directamente. La persecución ha acabado, parece haber decidido el cánido, es hora de morir en sus fauces o defenderme luchando, por lo que, de modo maquinal, saco mi cuchillo de monte de su funda y me preparo, apretando el gastado mango de cuero, a defender cara mi vida, a pesar de que me pese, sinceramente.

No obstante, mi mano tiembla y mi ánimo fluctúa. Una irremisible duda me asalta: ¿seré capaz de dar muerte a un ser tan adorado por mí? ¿A aquél que podría ser de los últimos de su preciada especie? Aunque si, por desgracia y en efecto, fuese el único que quedara en el mundo, ya no importaría mucho mi decisión, puesto que no existiría otro congénere con el que pudiese procrear, perdiéndose irremediablemente su código genético.

Y otro inquietante pensamiento se me viene a mi torturada mente durante estos eternos y cruciales instantes. El del padecimiento atroz que seguramente sufriría en las afiladas garras del carnívoro, en el preciso momento en que me desgarrase la garganta con sus enormes colmillos y me ahogara en mi propia sangre mientras apreciaba horriblemente cómo me iba devorando las entrañas hasta que la bendita obscuridad me reclamase, otorgándome el codiciado olvido de la nada.

Otra terrible alternativa sería la de que yo no diera la talla, que durante la feroz contienda el arma blanca resbalase de mis dedos heridos y ensangrentados, y quedara a merced de mi ahora enemigo. Acaso ésa podría constituir la solución, que fuese el mismo destino quien escogiera mi suerte, el buen hado de la victoria y la supervivencia, o el funesto infortunio de sucumbir ante mi bestia preferida.

Ya se abalanza contra mí, ya inicia su potente carrera, mostrando sus dientes babeantes y observándome con sus ojos rojos de furia... El final se aproxima y no sé bien cómo actuaré. Ven a mí, parca, ven rauda.

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